La mayoría de nosotros/as sabemos que no solo comemos cuando nuestro estómago está vacío o ruge con fuerza. Existen distintos estímulos que pueden despertar el impulso o deseo por comer, sin ni siquiera darnos cuenta. La pediatra Chozen Bays, autora del libro “Comer Atentos”, expone en su obra los 7 tipos de hambre que participan en el proceso de toma de decisiones a la hora de alimentarnos.
Conocer los distintos tipos de hambre puede ayudarnos a ser conscientes de nuestros patrones, impulsos y necesidades y aprender a tomar decisiones de qué necesitamos en cada momento, desde el afecto y autocuidado.
El hambre visual es aquella en la que el deseo por comer está directamente relacionado con la “pinta” que tienen los alimentos que tenemos en frente: cómo están colocados, las combinaciones de formas y colores, las texturas que evocan o los recipientes que los contienen. Hay una frase popular que define a la perfección el concepto de hambre visual; “comer por los ojos”.
El hambre olfativa es la que nos impulsa a entrar en una pastelería atraídos por el olor a pan o croissants recién hechos, independientemente de las señales que nos transmita nuestro estómago. El hambre olfativa tiene un gran poder persuasivo en nosotros, atenderla con aceptación y llevar nuestra atención al estómago puede ayudarnos a saber si ambos mensajes o necesidades están en consonancia
El hambre bucal en la que la boca lleva la batuta anhelando experimentar sabores de todo tipo y experiencias placenteras. “Si queremos sentirnos satisfechos al comer, la mente ha de ser consciente de lo que sucede en la boca. En otras palabras, si quieres disfrutar de una fiesta en la boca debes invitar a la mente” (Bays, 2013)
El hambre estomacal, que se rige por las sensaciones de nuestro estómago como sensación de vacío, presión, leve dolor, hormigueo en las paredes que nos indican que es un buen momento para comer. Es importante que aprendamos a escuchar nuestro estómago con el oído interno. Prestar atención al hambre es fundamental para aprender a distinguirla de estados emocionales como la ansiedad, que también puede experimentarse a través de sensaciones en el estómago.
El hambre celular, basada en las necesidades energéticas de nuestro cuerpo. Dependiendo del nivel de energía y de actividad física, nuestro cuerpo va informándonos de qué alimentos o nutrientes específicos necesita en cada momento para desempeñar las demandas del día a día de forma óptima y restaurar de nuevo el equilibrio.
El hambre mental es aquella en la cual la mente nos dice lo que “debemos” o “no debemos” comer, los alimentos “buenos y malos” o incluso aquellos que “podemos comer” y otros que “tenemos prohibidos”. Estos mensajes provenientes de la mente se han construido y reforzado a través de toda la información que hemos recibido a lo largo de nuestra vida de dietas, anuncios, estudios, redes sociales, modas, compañeros, médicos, etc.
El hambre de corazón es el impulso o la necesidad de regular nuestras emociones a través de la comida. Es lo que conocemos como comer emocional. Cuando nos dejamos guiar por el comer emocional, tratamos de llenar con comida un agujero que no está en el estómago, sino en el corazón. El primer paso para encontrar formas adaptativas de regular nuestras emociones es escuchar atentamente qué es lo que nos está advirtiendo el corazón.
Y tú, ¿con cual de los 7 tipos de hambre te ves más identificado/a?
Si quieres saber más acerca de los tipos de hambre, adquirir herramientas para reconocerlos y aprender a satisfacerlos desde la atención y el autocuidado, permanece atento/a a nuestros grupos de alimentación consciente y contacta con nosotros a través de info@psicoforma.es.
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