Uno de los comentarios y “memes” que más se han repetido en redes sociales durante estos primeros días de confinamiento ha sido: “cómo nos vamos a poner en la cuarentena”, “todo el día comiendo”, “cuando volvamos a salir a la calle todos habremos engordado”, “me estoy poniendo como un@ …”. 

La primera pregunta que podríamos plantearnos es: ¿por qué durante estos días estamos comiendo más de lo habitual?

Este es un buen momento para recordar un concepto que hemos abordado en otras publicaciones del blog: el “comer emocional”. Entendemos el comer emocional como la tendencia a comer con el objetivo de regular emociones negativas sin atender a las necesidades de hambre o saciedad (López y Cebolla, 2016)

A través de la comida tratamos de regular, evitar o escapar de estados emocionales molestos o desagradables. Nos comemos la tristeza, nos comemos el miedo, nos comemos la frustración y nos comemos la incertidumbre.

Esta es una estrategia de regulación emocional desadaptativa por varias razones:

  • Desatendemos nuestras emociones, el mensaje que quieren transmitirnos y la necesidad real que subyace a las mismas.
  • El comer emocional está claramente asociado al aumento de peso y a la obesidad (Fettich y Chen, 2012; Masheb y Grilo, 2006; Müller et al., 2014; Pinaquy et al., 2003; Puhl y Heuer, 2010; Silva, 2005, 2008)
  • Esta tendencia de comer ante emociones desagradables o molestas deriva en sentimientos de culpabilidad, vergüenza e inadecuación que en ocasiones se regulan a través de nuevas ingestas perpetuando un círculo vicioso de malestar-ingesta.  

La frecuencia en el uso de esta estrategia de regulación emocional desadaptativa es compleja y multifactorial (factores genéticos, variables de aprendizaje, ausencia de estrategias de regulación emocional alternativas, factores de personalidad, etc.). Pero tod@s, en mayor o menor medida, podemos vernos reflejad@s en esta tendencia a comer por estímulos ajenos al hambre o a la saciedad.

De la noche a la mañana, nos hemos visto encerrad@s en casa, rodead@s de alimentos y acompañad@s por un cocktail emocional compuesto, entre otra, por miedo, incertidumbre, aburrimiento, frustración y soledad (ingredientes a gusto del consumidor). 

Much@s de nosotr@s hemos podido recurrir a la comida como forma de regularnos, ocuparnos, distraernos y escapar de esta sensación imperante de incertidumbre, frustración y aburrimiento.

En este post nos gustaría ofrecerte algunas recomendaciones para ayudarte a practicar una relación saludable y flexible con la comida durante estos días de confinamiento

1# COMPRA CONSCIENTE

La primera idea que nos gustaría transmitir es la de COMPRA CONSCIENTE. Si compramos de forma solidaria, responsable y atenta, probablemente los alimentos no se agotarán y tod@s tendremos acceso a aquello que NECESITAMOS. Queremos subrayara la idea de necesidad ya que, gran parte de la sociedad movilizada por el pánico a la escasez, ha comprado de forma compulsiva alimentos que probablemente ni necesita, ni va a consumir durante las primeras semanas del confinamiento, dejando sin bienes a otros consumidores más comprometidos. Además, estar confinad@s y rodead@s de alimentos de todo tipo puede ser una variable predisponente de esta respuesta de comer emocional. 

Por lo tanto, cuando vayamos a comprar, podemos preguntarnos ¿qué es lo que realmente necesita mi cuerpo en esta situación? Puede que sea un buen momento para priorizar la compra y el consumo alimentos más saludables, que protejan mi sistema inmunológico y que favorezcan el cuidado de mi cuerpo y mis emociones en un momento de vulnerabilidad psicológica.

Para ello, solamente tenemos que practicar una atención curiosa y compasiva a las señales fisiológicas de nuestro cuerpo y hacernos la siguiente pregunta varias veces a lo largo del día: ¿qué puede estar necesitando mi cuerpo ahora?. 

Evitar tener la nevera y la despensa repleta de alimentos hipercalóricos, poco nutritivos y de fácil accesibilidad puede ser un primer paso para favorecer una relación saludable con la comida. Esto lo conocemos en psicología como control de estímulos. No lo tenemos que tomar como una prohibición o como un castigo, si no como una forma de favorecer conductas de autocuidado.