La supervisión, sea en grupo o en formato individual, es una necesidad para desarrollar un trabajo responsable.
La psicología es una ciencia joven y en constante desarrollo, que precisa que la formación sea continua. El objetivo es mantener al día los conocimientos y habilidades terapéuticas.
Además, el trabajo terapéutico requiere, por parte del clínico, de numerosos y diversos recursos. El profesional puede obtenerlos a través de cinco vías fundamentales. Estas vías son: experiencia vital, formación, experiencia profesional, terapia del terapeuta y supervisión. La supervisión, como el maestro Manuel Ramos Gascón indica, es la terapia del propio proceso terapéutico.
La supervisión posibilita el espacio y el contexto desde el que retomar momentos, experiencias y decisiones terapéuticas. Además, proporciona la perspectiva del tiempo y de otras aportaciones, de manera que supervisores y supervisados son, al mismo tiempo, maestros y aprendices.
Por lo que, la supervisión no está dirigida exclusivamente a terapeutas jóvenes o inexpertos. Cualquier terapeuta puede beneficiarse de este recurso. La supervisión proporciona una revisión crítica y amable del desempeño de las habilidades, los recursos y las decisiones terapéuticas.
Las supervisiones se realizan en formato grupal (entre 4 y 6 personas), con una frecuencia semanal.