Mindfulness para niños

La práctica de mindfuness en la escuela, nos brinda diversas herramientas para mejorar la atención de nuestros pequeños desde bien temprano. Iniciar a los peques en mindfulness les ayudará a ejercitar su cerebro en la consciencia y en la gestión emocional.

A todos nos gustaría tener un lugar de calma en el que refugiarnos, un espacio de amabilidad en el que sentirnos conectados con una mente clara y un corazón abierto. Podemos generar ese especio ya desde la infancia, proporcionando múltiples recursos para ofrecer a nuestros niños habilidades para conectarse mucho mejor consigo mismos. El objetivo es que sean más eficaces a la hora de desenvolverse en cualquier entorno, fundamentalmente en el cotidiano, mindfulness en la escuela.

Cuántas veces nos habrán preguntado los adultos en las formaciones que hemos compartido “¿Por qué no nos enseñaron esto en el colegio?” Y es que hacer uso de la atención plena en el día a día, nos ofrece muchas ventajas en el complejo, exigente y estresante mundo de los adultos.

Por eso, si mindfulness ofrece innumerables beneficios a los adultos, ¿por qué no iniciar su aprendizaje desde la infancia? De hecho, son muchas las escuelas de todo el mundo las que han incluido la práctica de mindfulness en las aulas.

Superpoderes para los más pequeños

Mindfulness, a través de los ejercicios de respiración, meditación y atención plena, proporciona en los más pequeños un espacio de consciencia tranquila y amable en el que observar, comprender y aceptar sus experiencias tal y como son.

Si iniciamos la práctica de mindfulness desde muy temprano, los niños aprenderán pronto y de manera natural a atender en silencio determinados estímulos y a concentrarse en su respiración, pudiendo avanzar en el desarrollo de otras habilidades.

Beneficios del mindfulness para los niños

Son numerosos los países que reconocen los beneficios de la práctica de mindfulness para el desarrollo de los niños. Por eso, países como Reino Unido, Canadá, Holanda, Australia o Estados Unidos, promueven su inclusión en todos los centros educativos, preferentemente desde los 3 años, momento de máxima plasticidad del cerebro.

Mindfulness va mucho más allá de una recopilación de prácticas, consiste en una forma de entender la vida que fomenta una perspectiva que facilita cambios en profundidad. 

Mindfulness implica una disposición atenta, abierta y curiosa hacia la vida. Esta actitud consiste en un auténtico y genuino interés por el mundo que nos rodea, desde el asombro, la apertura a la experiencia y la confianza.

Actualmente, los niños suelen ser inquietos y dispersos, a veces presentan dificultades para concentrarse en lo que están haciendo, a algunos incluso les cuesta conciliar el sueño, o están incluso estresados. Mindfulness ayuda a focalizar la atención y la concentración, habilidades muy necesarias para gestionar la sobrecarga estimular que nos rodea. 

Mindfulness y las emociones

La práctica de mindfulness facilita también la gestión de las emociones. Además de conectar con la respiración y el cuerpo, la práctica de atención plena ayuda a tomar distancia de nuestros pensamientos y emociones. En un mundo en el que gran parte de los adultos sufren por no saber relacionarse con su mundo emocional, los niños pueden aprender a vivir su experiencia emocional con aceptación, aprendiendo habilidades de regulación que redundarán en sus habilidades intra e interpersonales. 

Asimismo, la práctica de mindfulness se acompaña de una mirada amable, libre de juicio, abierta y compasiva. Los niños aprenderán a mirar el mundo con compasión; reconociendo el sufrimiento de los demás, desde la bondad hacia las personas que sufren, conectando con el deseo de ayudar. Esta disposición, relacionada con la consciencia de que todos sufrimos en algunos momentos de nuestra vida, nos conecta con el otro y, desde una mirada cuidadosa hacia nosotros mismo puede devolvernos esa actitud bondadosa en forma de autocompasión; volviéndonos conscientes de nuestro propio sufrimiento, aceptándolo y conectando con la mejor forma de ayudarnos a nosotros mismos.

Así, con una mente clara y un corazón abierto, mejoraremos la capacidad de empatía y compasión, nuestra concentración y podremos ver las cosas con más claridad y hacer elecciones más acertadas hacia una vida más auténtica.

Mindfulness no se limita a respirar, a quedarse sentado en la posición de loto, va mucho más allá; está relacionado con cualquier acción o actividad (alimentación, estudio, juego, relaciones, deporte, trabajo, etc.). Nuestros niños son activos, curiosos, ávidos de experiencias, abiertos e interactivos, por lo que la práctica de mindfulness será adaptada a sus necesidades y ritmos; se les animará a mostrarse receptivos a lo que acontece y les envuelve tal y como es. 

Nos gustaría también recordar que los adultos somos modelos, por lo que tenemos la responsabilidad de ser una referencia de calma, equilibrio, aceptación y afecto incondicional.