Dime con quién vas y te diré qué comes. Aunque resulte obvio, quisiera insistir en la idea de que no se puede simplificar lo complejo. De manera que la restricción alimentaria como método de cambio de hábitos alimentarios es una simplificación absurda. La propuesta más respetuosa y efectiva consiste en la práctica de la alimentación consciente. 

Disgregar lo biológico de lo psicológico y lo social es, a menudo, una tarea estéril, a la par que absurda. Ampliar la mirada es necesario para alcanzar una mayor comprensión de determinadas conductas humanas, se requiere atender a su complejidad a fin de obtener una visión integral.

La conducta alimentaria es compleja y se ha visto sujeta a enormes cambios, desafíos, influencias, etc. Esto se debe a que la alimentación cumple funciones que van más allá de los requerimientos nutricionales del organismo. De hecho, el alimentarse, nutre mucho más allá que al propio cuerpo.

La nutrición es la ingesta de alimentos que se realiza para cubrir las necesidades fisiológicas del organismo, por lo que el objetivo es meramente biológico. Sin embargo, la alimentación se entiende como un proceso voluntario y consciente, susceptible de ser socializado y sometido a variables externas y contextuales, como la cultura, la edad, el medio, el momento, la presencia de otros, etc. y a variables internas, como pensamientos, creencias, convicciones, emociones, gustos y preferencias. 

La alimentación se integra en la identidad de un individuo. Se constituye en un vehículo de comunicación y socialización a través del que se construye un sentido de pertenencia. De ahí que los estilos alimentarios estén marcados por condiciones sociales (familia, pares, etc). En suma, la alimentación es fruto de la socialización al tiempo que es un vehículo para la misma.

Las personas nos socializamos a través de la conducta alimentaria. Recordemos las 5 últimas “quedadas” con amigos y qué hicimos. Probablemente fueron para comer, cenar o “tomar algo”. Recordemos ahora las 5 últimas veces que celebramos algo y cómo lo hicimos. De nuevo, comiendo, cenando o “tomando algo”. Evidentemente, para que esto tenga sentido, lo que comemos, cenamos o tomamos tiene que resultar un lazo, un punto de unión, un vehículo para el encuentro y la conexión. Así que “Dime con quién vas y te diré qué comes”. Por otra parte, el comer externo, que es un estilo de ingesta basado en que la conducta de comer de una persona es elicitada por circunstancias externas, como presencia de comida, olores, etc. y no por sensaciones interoceptivas de hambre, explica también el hecho de que comamos lo que vemos a otros comer.

Con todo esto, hay algo que podemos tener claro y utilizar a nuestro favor cuando queremos cuidar nuestra alimentación, por aquello de “allá donde fueres, haz lo que vieres”. Para hacértelo más fácil, procura reunirte a comer, cenar o “tomar algo” con personas con una buena educación nutricional, en cantidad y calidad, y que practiquen un estilo de comer consciente basado en la satisfacción, el cuidado y la salud.